En 1642, cedí mi cargo de ujier a mi hijo Juan, quien es también escritor y dramaturgo, y me retiró. Mi hijo es menos fecundo que yo, aunque gracias a mis consejos logrará covertirse en un gran escritor o eso espero. Hoy el 10 de noviembre de 1644 dejo de escribir debido a que me estoy empezando a sentir mal.
10-11-1644
(Luis Vélez de Guevara murió en su casa de la calle de las Urosas asistido por su esposa, María de Palacios, el 10 de noviembre de 1644, en Madrid de unas calenturas malignas y un "aprieto de orina"; poco antes había testado ante Lucas del Pozo, dejando por albaceas al duque de Veragua y a fray Justo de los Ángeles; está enterrado en la capilla de los Duques de Veragua, en Doña María de Aragón. En su testamento dejó una enorme lista de pequeñas deudas que satisfacer. Se cree que escribió unas 400 obras.
Todos los ingenios de su época alaban unánimemente en él, como Cervantes, "lustre, alegría y discreción de trato". En su época llegó a rivalizar con el propio Lope de Vega y Calderón por el cetro del teatro español, tanto en los corrales de comedias como en los coliseos de la realeza. Lope mismo no le escatimó elogios en su Filomena y en su Laurel de Apolo, como tampoco Francisco de Quevedo, Juan Pérez de Montalbán o Cervantes, quien, sin embargo, en el prólogo que puso en 1615 a sus propias comedias, veía excesivas sus aparatosas escenografías llenas de "rumbo, tropel, boato y grandeza".)
(Luis Vélez de Guevara murió en su casa de la calle de las Urosas asistido por su esposa, María de Palacios, el 10 de noviembre de 1644, en Madrid de unas calenturas malignas y un "aprieto de orina"; poco antes había testado ante Lucas del Pozo, dejando por albaceas al duque de Veragua y a fray Justo de los Ángeles; está enterrado en la capilla de los Duques de Veragua, en Doña María de Aragón. En su testamento dejó una enorme lista de pequeñas deudas que satisfacer. Se cree que escribió unas 400 obras.
Todos los ingenios de su época alaban unánimemente en él, como Cervantes, "lustre, alegría y discreción de trato". En su época llegó a rivalizar con el propio Lope de Vega y Calderón por el cetro del teatro español, tanto en los corrales de comedias como en los coliseos de la realeza. Lope mismo no le escatimó elogios en su Filomena y en su Laurel de Apolo, como tampoco Francisco de Quevedo, Juan Pérez de Montalbán o Cervantes, quien, sin embargo, en el prólogo que puso en 1615 a sus propias comedias, veía excesivas sus aparatosas escenografías llenas de "rumbo, tropel, boato y grandeza".)
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